Araceli Mojica Jiménez
Con motivo del cincuenta aniversario del Día
Mundial del Teatro, que se celebra el 27 de marzo,
la actriz María Rojo hizo la siguiente reflexión.
Hace seis años Víctor Hugo Rascón Banda
(ahora tan cerca y tan lejos, siempre presente)
dirigió el mensaje internacional del Día del Teatro
y dijo que “todos los días deben ser días mundiales
del teatro, porque en estos 20 siglos siempre
ha estado encendida la llama del teatro en algún
rincón de la tierra.”
Seguramente Víctor Hugo se refería a un día
“oficial”, pues él primero que todos siempre supo
que el teatro es un oficio cotidiano para mucha
gente; para hacer teatro se necesitan tres ingredientes
imprescindibles: los actores, la gente y
el lugar donde se congreguen para oficiar un rito
que nos hace más humanos en medio de la enajenación
a la que estamos sometidos.
El teatro es un acto de liberación esencialmente
comunitaria; no hay teatro a solas, es indispensable
la participación de cuando menos dos personas
congregadas a propósito para “representar”
la realidad y, así, darle un sentido al caos.
Por eso, como decía Víctor Hugo, la llama del
teatro se enciende en todo el planeta, porque la
necesidad de comunicarnos, de compartir experiencias
en compañía de nuestros semejantes, es
propicia para que en cualquier circunstancia se
haga teatro.
Historias de sacrificios heroicos conocemos
muchas, muchísimas, pero en ninguna de ellas
hay un lamento, ni un reproche; hacer teatro implica
alegría, voluntad de vencer toda clase de
adversidades. Por eso el teatro es un ejercicio
de libertad que nos humaniza; mediante el teatro
vencemos a la muerte, el olvido y
la desesperanza, en un instante
nos eternizamos al encontrarnos
con nuestros contemporáneos
y con quienes nos
han precedido y anunciamos
nuestro mensaje
para el futuro.
¡Celebremos
hoy y siempre el
teatro! ¡Resistir
es vencer!
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