Raymundo Colín Axolotl (ajoloteneza@yahoo.com.mx)
Hace un par de meses
recibí una llamada del
pintor Alfredo Arcos,
quien me invitó a visitarlo
al taller donde trabaja
—que forma parte
del Museo del Templo
Mayor— para obsequiarme
un ejemplar de
su libro recientemente
publicado por editorial
Alevosía-Multiformatos,
120 años sin comer
sandía, título que hace referencia, como se dice en el
prefacio, “a la absurda sentencia de 112 años (de cárcel)
que recibió un líder (Ignacio del Valle) social de (San
Salvador) Atenco (perteneciente al municipio de Texcoco,
en el Estado de México), por defender sus derechos.”
Aprovechando “la venida”, le dije que le iba a hacer una
entrevista para que me hablara sobre la obra de Daniel
Manrique a propósito de los homenajes que se le vienen
haciendo en diferentes espacios como la Capilla
Británica, la Lotería Nacional y el Salón de la Plástica
Mexicana del INBA. Esto fue lo que me dijo:
“Daniel Manrique era un artista que unía la tradición
muralista con el arte conceptual de la época, que estaba
en gestión con los grupos de los 70’s. Eso es lo
que me parece más importante. Lo que aborda, desde
el punto de vista conceptual, es la posibilidad del arte
efímero. Pintar para él era como un performance: quizá
no se trabajaba es esa época ni la idea ni la palabra,
pero se trabajaban ambientaciones, instalaciones efímeras.
Cuando él pintaba, bailaba y hacía construcciones
de tipo mental que pasaban a ser una especie de danza
lúdica, una danza de la construcción. A mí siempre me
pareció un constructor, me parece completamente un
hijo del arte latinoamericano. Había un pintor y escritor
en Uruguay que se llamaba Joaquín Torres García, que
unificaba el arte abstracto y el arte figurativo. Para él el
arte era una línea horizontal donde antes del cero estaba
el arte abstracto y después del cero el figurativo; cuando
se juntaban en el cero, más y menos, ahí estaba la unificación
del constructivismo que él creó. Me parece que
por esa línea va Daniel Manrique, uno de los creadores
latinoamericanos con una gran capacidad intuitiva y un
impresionante control de la figura humana. Él construía
sin boceto, yo lo vi pintar un chingo de veces y cuando lo
invité a Nezahualcóyotl fue porque Próspero Domínguez
Trejo (director de la antes Casa de Cultura durante el
gobierno de Juan Alvarado Jaco) quería hacer un movimiento
parecido a Tepito Arte Acá, pero él no estaba
informado completamente de qué eran los grupos, además
en los 80’s, después de la represión del 68 y del 71,
el Estado estaba entronizando a los jóvenes, comenzaron
a premiar a artistas muy jóvenes con mucho talento
como Sergio Hernández y Alberto Venegas, con quien
trabajé en la torre poniente de Catedral contratados por
Pedro Dávalos Cotonieto a finales de los años 80’s. Creo
que en esos momentos los grupos empezaban a formar
parte de la historia. Ser joven y talentoso era como una
garantía de éxito.
“A la par de ello Manrique tenía un intercambio con
un grupo de Francia que vino a Tepito a pintar.
En ese momento salían notas en el periódico
de que ‘un grupo de Tepito iba acá y la chingada’.
Próspero quiso hacer algo similar, entonces
le dije: ‘Te consigo a Manrique la semana que
entra.’ Para ello fui a ver a un amigo pintor de
Tepito que no sé si siga vivo, Ángel Medel. Con
él estudié en el Centro Cultural Hidalgo, ahí también
estudiaron Urbano Cruz, Martín Cuaya y
Eloy Tarcisio, director de La Esmeralda y gran
pintor conceptual. Entonces le propuse traerlos
y bueno, lo que me interesaba era que la gente
de Nezahualcóyotl se diera cuenta de cuál era la
propuesta real de Tepito Arte Acá. Ellos trajeron
un video, los tres de Tepito, que eran Hernández,
Plascencia y Manrique. Traían un juego muy interesante
(que llamaban): ‘Tres personas distintas
y un sólo arte verdadero’. Hacían una crítica,
directa a veces, a los partidos políticos a través
de proyecciones de diapositivas con audio, con
la voz de Manrique que era impresionante, muy
poética, con mucho
amor al barrio. Era muy
impactante escuchar y
ver las imágenes por
ejemplo de las esculturas
vivas que eran los
tendederos de Tepito.
Imagínate un cuerpo
humano adentro de
la ropa colgando, una
imaginación chingona...
eso es lo que me
parece una de las aportaciones
más chingonas de Manrique.
“El constructivismo lo inventaron los rusos en 1905-
1910, pero quien estuvo al tanto fue Torres García que
visitó Europa y se empapó de ello y luego vino a inventar
un tipo de constructivismo universalista que unificaba
el arte figurativo con el abstracto. El arte a cuadros,
constructivo, con textos incluidos e imágenes de pescados,
de figuras humanas sintetizadas, con trazos muy
geométricos. Creo que un gran geómetra era Manrique.
Lo veías pintar y construía una cabeza y un cuerpo humano
y una escena, ¡sin boceto! Frente a la delegación
Cuauhtémoc había una cabeza como de diez metros, gigantesca
¡Pues el güey la hacía sin boceto! Esas cosas
monumentales eran como hechas por un súper hombre.
“Esas fueron sus aportaciones que pienso no han sido
estudiadas completamente. Creo que había más que los
homenajes de tipo sentimental habría que abundar en
el estudio de sus aportaciones formal y conceptual de
su trabajo.
“Gracias a él yo hice lo que he hecho, la verdad te soy
sincero, aunque suene a esos homenajes repetitivos al
maestro Manrique, él me enseñó que, por ejemplo, con
una brocha barata y un bote de pintura vinílica puedes
hacer una obra chingona. Estuve pintando al alimón con
él porque Próspero nos involucró... en unas mamparas
teníamos que pintar los dos y nadie sabía, ni él ni yo, que
nos iban a enfrentar a un mano a mano. Así lo quisieron
ver algunos que venían con él y otros que estaban en la
Casa de la Cultura; yo me sentí desnudado en escena,
no pude hacer lo que él hizo. Él con dos o tres trazos
me hizo un retrato extendiendo la mano y me dijo: ‘Oye,
güey, hazme un retrato para que yo también extienda la
mano’. Traté de hacerlo, ¡ni madres que me salió el pinche
retrato por mi nerviosismo y por la admiración que le
tenía al ver como se podía pintar!
“Gracias a esa visita yo empecé a pintar las paredes
de Nezahualcóyotl en 1983-84. Por ahí hay una nota de
periódico donde Próspero me hizo escribir una reseña
de la visita de Manrique, del ‘Ñero Universal’. Desde ahí
empecé a pintar sobre la pared sin el prejuicio de que
tenía que ser fresco o un tema específico. Esa libertad
comencé a adquirirla conforme lo vi pintar, que era un espectáculo.
Creo que hay otra cosa que él aporta mucho:
el amor al barrio y que fue lo que me hizo inventar el Arte
Necense en 1984. Si no hubiera aparecido Manrique en
mi vida me hubiera enfrascado en una aventura de tratar
de crear una iconografía sobre una comunidad geográficamente
específica como es Nezahualcóyotl.
“Creo que él influyó a muchísima gente como a
Eduardo Candelas y mucha banda, muchos
pintores jóvenes como los de Neza Arte Nel.
Siento que fui como un puente para Neza Arte
Nel y Manrique, que pintó mucho con ellos.
“Pinté con él la última vez en la UNAM, en
2006, en un intercambio Brasil-México. Estaba
una amiga que se apellida Lamensa, de origen
brasileño, haciendo su tesis sobre los grupos
artísticos marginales en México. La llevé a
Neza cuando estaba haciendo las intervenciones
en las esculturas. Le platicamos Manrique
y de inmediato consiguió muros en Ciencias
Políticas y Sociales de la UNAM y allí pintaron
el Grupo Petra, Izquierdo y Boullar. Hicieron
un muro sobre las mujeres, entre las que plasmaron
a Tina Modotti y Elena Poniatowska.
Manrique pintó su muro con la ayuda de un
fans que se le acercó y le pidió que le dejara
ayudarlo; yo me pinté el otro muro que es
una versión al aire libre de los feminicidios en
Ciudad Juárez”.
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